Euskal Herria
En tierra de vascos
Hondarribia - Biarritz - Saint Jean de Luz
Egun on. Con estas palabras, que traducidas al erdaraz significan “buenos días”, comenzó nuestro periplo por unas lejanas tierras que hay al norte. Lugar montañoso donde los haya que parece vivir en una perpetua primavera, de cielos grises y sol intermitente. Un territorio garabateado por carreteras no cuarteadas, sin grietas ni remiendos y que durante kilómetros y kilómetros mantienen el mismo color en el asfalto, increíble. Y esto que narro es lo que aconteció en nuestro particular ir y venir por aquellas tierras de por allí.
Gernika - Bermeo - Azpeitia
Se había levantado al despuntar el alba, incluso antes de que cantara el gallo. Cruzó el pequeño prado y se internó en el bosque, una brisa fresca le rozó la cara y pensó que el otoño ya estaba llamando a la puerta. El viento sopló con más fuerza y cayeron muchas hojas, amarillentas. En lo más recóndito de aquellos parajes sólo se oía el ruido de sus pasos sobre la hojarasca y el tímido ajetreo de algunos pajarillos en la floresta.
Donostia - Zarautz - Getaria
Todos los días, antes de retomar nuestra singladura por aquellas lejanas tierras del norte dábamos buena cuenta de un desayuno que podríamos haber calificado de pantagruélico, como decía mi buen amigo César. El primer día, valiente de mí, unté miel y mantequilla a un bollo de pan… y me gustó. Probé la palmerita de cereales… y me gustó, caté de buena mañana el zumo natural de naranja… y me gustó. Y es que cuando uno está por ahí… todo está bien. ¿Cómo era el país vasco?… “mú bonito, mú bonito tó”.
Pamplona - Vitoria Gasteiz
El día despertó con cielos entoldados y una agradable temperatura de diecisiete grados. En el autobús todos en silencio, sólo se oía el rumor del contenido parloteo de nuestra guía con el chófer. No eran ni las 8 y media y ya viajábamos hacia el sureste. Y el que relata… pues calladito y acomodado en mi querido asiento número 5, ataviado a lo Jake Barnes.